El lupus eritematoso sistémico (LES) es una enfermedad crónica, sistémica, de causa desconocida y de naturaleza autoinmune, es decir, que nuestro cuerpo se ataca a sí mismo. Seis de cada 100,000 adultos pueden padecerla y afecta con mayor frecuencia a las mujeres (de cada 10 pacientes, 9 son mujeres) entre los 15 y 45 años.
El LES puede afectar cualquier órgano del cuerpo por lo que su presentación clínica es muy variada. Si hay afección de la piel y anexos, puede presentarse enrojecimiento en la cara (da una impresión de que se tienen alas de mariposa); también suele haber caída de cabello, úlceras en la boca, pérdida de peso, fiebre, dolor muscular y de las articulaciones. Otras manifestaciones más graves, pueden condicionar daño en los riñones, por lo que los pacientes pueden estar hinchados o tener sensación de que les falta el aire. Pueden presentarse además alteraciones en la sangre como anemia, sangrados o moretones en diversas partes del cuerpo.
En todos los casos, los pacientes con lupus requieren de un tratamiento oportuno y guiado por el reumatólogo. La elección de los medicamentos se basa en los órganos afectados y en la gravedad de los síntomas. La hidroxicloroquina o cloroquina, forma parte de la piedra angular del tratamiento. Otros medicamentos que se emplean son los antiinflamatorios no esteroideos, los esteroides e inmunosupresores, que ayudan a apagar la respuesta del sistema inmune. Un seguimiento regular por reumatología permite la detección de complicaciones de forma temprana y con ello, la posibilidad de evitar complicaciones graves, algunas de ellas, que pueden poner en riesgo la vida del paciente.